miércoles, 22 de octubre de 2014

El amor y la locura. Fábula anónima.

¿No les parece fantástica la sensación de encontrar algo, que llevaban tiempo buscando, cuando menos se lo esperan?Yo hoy he encontrado, entre la montaña de papeles y libros que habitualmente ocupan mi mesa de trabajo,un texto que me parece fantástico y que me encanta poner a los chavales con la excusa de tratar este o aquel tema de sintaxis, ortografía... Acostumbro a decirles que el tema del texto no es lo importante porque ¿a qué chaval de 16, 17, o 18 años le puede decir su profesora de lengua que van a trabajar un texto sobre el amor sin que suelte una carcajada? Les diré que, en el fondo, después de leerlo, a todos les encanta, lo sé. Así que, sin más dilación, se lo dejo aquí para que lo disfruten ustedes también.

EL AMOR Y LA LOCURA

Cuentan que una vez se reunieron todos los sentimientos y cualidades del hombre, cuando el ABURRIMIENTO había bostezado por tercera vez, la LOCURA, como siempre tan loca, les propuso:
- ¡¿Vamos a jugar a las escondidas?!
La INTRIGA levantó la ceja intrigada y la CURIOSIDAD, sin poder contenerse preguntó:
-¿ A las escondidas?...¿Y cómo es eso?
- Es un juego -explicó la LOCURA- en que yo me tapo la cara y comienzo a contar uno hasta un millón mientras ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que yo encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego.
El ENTUSIASMO bailó secundado por la EUFORIA, la ALEGRÍA dio tantos saltos que terminó por convencer a la DUDA e incluso a la APATÍA, a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar... La VERDAD prefirió no esconderse, ¿para qué? si al final siempre la hallaban, y la SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y la COBARDÍA prefirió no arriesgarse ...
- Uno, dos, tres... -comenzó a contar la LOCURA.
La primera en esconderse fue la pereza, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino, la FE subió al cielo y la ENVIDIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.
La GENEROSIDAD casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos...
¿Que si un lago cristalino?, ideal para la BELLEZA.¿ Que si la hendija de un árbol?, perfecto para la TIMIDEZ. ¿Que si el vuelo de la mariposa?, lo mejor para la VOLUPTUOSIDAD. ¿Que si una ráfaga de viento?, magnífico para la LIBERTAD... Así, la GENEROSIDAD terminó por ocultarse en un rayito de sol. El EGOÍSMO en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo... pero solo para él. La MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris), y la PASIÓN y el DESEO en el centro de los volcanes. El OLVIDO... se me olvidó dónde se escondió... pero eso no es lo importante.
Cuando la LOCURA contaba 999.999, el AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado... Hasta que divisó un rosal... y enternecido decidió esconderse entre sus flores.
- Un millón!!! -contó la LOCURA y comenzó a buscar.
La primera en aparecer fue la PEREZA, solo a tres pasos de una piedra. Después se escuchó la FE discutiendo en el cielo con Dios sobre zoología... A la PASIÓN y al DESEO los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la ENVIDIA y, claro, pudo deducir dónde estaba el TRIUNFO. Al EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo. El solito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la BELLEZA y con la DUDA resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún donde esconderse...
Así fue encontrando a todos... al TALENTO entre la hierba fresca, a la ANGUSTIA en una oscura cueva, a la MENTIRA detrás del arco iris... (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y hasta al OLVIDO... que ya se le había olvidado que estaba jugando a los escondidos. Pero solo en amor el AMOR no aparecía por ningún sitio.
La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas... y cuando estaba dándose por vencida divisó un rosal y las rosas... Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó. Las espinas habían herido en los ojos al AMOR; la LOCURA no sabía qué hacer para diaculparse... lloró, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.
Desde entonces; desde que por primera vez se jugó  a las escondidas en la tierra:
EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA.

Fábula anónima.

Buenas noches y disfruten del viernes...

jueves, 16 de octubre de 2014

Va de dietas

Pensarán ustedes que es, cuando menos, extraño, que tras pasarme los últimos tiempos colgando fotos de repostería en mi página de Facebook, les venga a hablar ahora de dietas. Les diré por una parte que el hecho de que este blog sea una especie de cajón de sastre responde un poco a mi forma de ser, algo veleta y dispersa, y por otra que mi relación con la repostería es fundamentalmente terapéutica, al igual que la afición por escribir este blog. La cocina y la escritura suponen una especie de catarsis, procuro no comer lo que hago ni releer lo que escribo porque para mí, lo gratificante es el proceso, sobre todo en el caso de la escritura, lo de la comida es mas cuestión de voluntad férrea para no estar como un botijo...
La cuestión es que estamos en época de dieta tras el despiporre veraniego, que este año duró hasta bien entrado septiembre, y me trajo tres kilos en lorzas de regalo. Eso sí, hubo terraceo con cañitas, tapas, helados de queso do Cebreiro con membrillo (de la heladería "La Italiana", que no deberían perderse), pipas garrapiñadas de los puestos ambulantes de las fiestas de María Pita, barbacoas,... Vamos, que han sido tres kilos merecidos y disfrutados al mismo tiempo. 

El caso es que octubre nos devuelve a la rutina y a la báscula, que en este caso no es la mía (a esta nunca me subo porque no soy mucho de autoflagelarme); yo voy a una nutricionista "de toda la vida de Dios", que es como la teniente O'Neill, pero con melena y sorna gallega. Consulta en el primer piso de uno de esos edificios antiguos del centro de la ciudad, con escaleras enormes, ascensor de reja y techos altos. Es el único tramo de escalera que subo dos veces al mes, ¡¡como si fuese a perder mil calorías por cuatro escalones!!, y durante el trayecto, que dura como diez segundos, me quito el reloj, los pendientes, el cinturón,... de manera que llego arriba como un pollo desplumado y acongojada pensando: "¿por qué narices me habré comido las croquetas que le sobraron ayer al mapache?"; y es que cuando te conviertes en madre, te entra una extraña y absurda necesidad de comerte las sobras, así que va todo para dentro. Al caso, que llego a la sala de espera, y allí me sigo quitando cosas (cazadora, chaqueta, reloj, pendientes,...), de forma que cuando entro por la puerta voy con todo en la mano, parezco tonta, mientras  escucho como la teniente O'Neill me pregunta con media sonrisa: "¿qué tal?";  Un "qué tal" parecido al que te preguntaba tu madre esperándote despierta cuando llegabas a casa a las siete de la mañana. Al fondo, la báscula, que tiene todavía más pinta de Inquisición que la teniente O'Neill, me subo y cruzo los dedos, mientras ella equilibra las pesas para decir después un kilo o quinientos gramos, o lo que sea, que nunca dice si son para arriba o para abajo hasta que se lo pregunto, ¡que parece que disfruta con la tortura!. Me bajo de la báscula y ya ha pasado el trago. Me siento en la silla mientras me prepara la siguiente dieta.

La teniente O' Neill me da miedo, es cierto, pero es una gran profesional y ha conseguido que me mantenga en forma comiendo de todo, así que voy seguir pasando el trago de las escaleritas, el despelote y la sorna, porque la tía sabe lo que hace ¡que para algo es médico!.
Y es que cuando una se ha pasado la totalidad de su vida adulta controlando el peso, se llega  a unas cuantas conclusiones bastante útiles: la primera, es que donde esté una talla 40 que se quite la 38, porque yo era de las que salían de Zara enfundada en unos jeans de la 38 con el diafragma en la garganta y rogando a Dios que no hubiese que sentarse en ningún sitio, pero, eso sí, con una cara de satisfacción y autosuficiencia que no les quiero ni contar. Ahora salgo con la 40, la cara de satisfaccion y autosuficiencia se han ido, pero respiro y puedo agacharme para cosas bastante prácticas y necesarias como, por ejemplo, atarle los cordones al mapache. Moraleja: busquemos un equilibrio entre el cuerpo que tenemos (genéticamente) y el que nos gustaría tener. La segunda conclusión, es que la mayoría de cosas que están buenas engordan, además suele ser directamente proporcional, cuanto más buenas están, mas engordan, por ejemplo: ¿la lechuga está buena?; y no digan que sí sin pensarlo, imagínensela a "palo seco", sin aliño ni "ná"... ¿quién puede comerse eso?. Lógico, ¡no engorda!. Les garantizo que hay pocas verdades tan universales. Moraleja: no se puede vivir a base de lechuga si no queremos acabar con cara de lechuga, ¡a veces hay que disfrutar!. Y como tercera conclusión, decirles que lo que debemos esperar de una dieta es que nos enseñe a comer. Sí, lo que leen. Claro que cuando a una le sobran diez kilos tres narices le importa aprender a comer, lo que quiere es librarse de ellos aunque sea perdiéndose en un huerto de lechugas de las de antes, comiéndolas como si no hubiese un mañana. Esta última conclusión, es la más difícil, pero también la más importante. Moraleja: se puede mantener la línea comiendo de todo, pero ¡ojo!, no todo junto. A mí me lo enseñó la teniente O'Neill, que en el fondo es la caña y tiene su punto. Espero que algún consejo les sea útil o por lo menos que se hayan reído un rato, yo hoy necesitaba la terapia. 

¡Disfruten de lo que queda de semana!