jueves, 16 de octubre de 2014

Va de dietas

Pensarán ustedes que es, cuando menos, extraño, que tras pasarme los últimos tiempos colgando fotos de repostería en mi página de Facebook, les venga a hablar ahora de dietas. Les diré por una parte que el hecho de que este blog sea una especie de cajón de sastre responde un poco a mi forma de ser, algo veleta y dispersa, y por otra que mi relación con la repostería es fundamentalmente terapéutica, al igual que la afición por escribir este blog. La cocina y la escritura suponen una especie de catarsis, procuro no comer lo que hago ni releer lo que escribo porque para mí, lo gratificante es el proceso, sobre todo en el caso de la escritura, lo de la comida es mas cuestión de voluntad férrea para no estar como un botijo...
La cuestión es que estamos en época de dieta tras el despiporre veraniego, que este año duró hasta bien entrado septiembre, y me trajo tres kilos en lorzas de regalo. Eso sí, hubo terraceo con cañitas, tapas, helados de queso do Cebreiro con membrillo (de la heladería "La Italiana", que no deberían perderse), pipas garrapiñadas de los puestos ambulantes de las fiestas de María Pita, barbacoas,... Vamos, que han sido tres kilos merecidos y disfrutados al mismo tiempo. 

El caso es que octubre nos devuelve a la rutina y a la báscula, que en este caso no es la mía (a esta nunca me subo porque no soy mucho de autoflagelarme); yo voy a una nutricionista "de toda la vida de Dios", que es como la teniente O'Neill, pero con melena y sorna gallega. Consulta en el primer piso de uno de esos edificios antiguos del centro de la ciudad, con escaleras enormes, ascensor de reja y techos altos. Es el único tramo de escalera que subo dos veces al mes, ¡¡como si fuese a perder mil calorías por cuatro escalones!!, y durante el trayecto, que dura como diez segundos, me quito el reloj, los pendientes, el cinturón,... de manera que llego arriba como un pollo desplumado y acongojada pensando: "¿por qué narices me habré comido las croquetas que le sobraron ayer al mapache?"; y es que cuando te conviertes en madre, te entra una extraña y absurda necesidad de comerte las sobras, así que va todo para dentro. Al caso, que llego a la sala de espera, y allí me sigo quitando cosas (cazadora, chaqueta, reloj, pendientes,...), de forma que cuando entro por la puerta voy con todo en la mano, parezco tonta, mientras  escucho como la teniente O'Neill me pregunta con media sonrisa: "¿qué tal?";  Un "qué tal" parecido al que te preguntaba tu madre esperándote despierta cuando llegabas a casa a las siete de la mañana. Al fondo, la báscula, que tiene todavía más pinta de Inquisición que la teniente O'Neill, me subo y cruzo los dedos, mientras ella equilibra las pesas para decir después un kilo o quinientos gramos, o lo que sea, que nunca dice si son para arriba o para abajo hasta que se lo pregunto, ¡que parece que disfruta con la tortura!. Me bajo de la báscula y ya ha pasado el trago. Me siento en la silla mientras me prepara la siguiente dieta.

La teniente O' Neill me da miedo, es cierto, pero es una gran profesional y ha conseguido que me mantenga en forma comiendo de todo, así que voy seguir pasando el trago de las escaleritas, el despelote y la sorna, porque la tía sabe lo que hace ¡que para algo es médico!.
Y es que cuando una se ha pasado la totalidad de su vida adulta controlando el peso, se llega  a unas cuantas conclusiones bastante útiles: la primera, es que donde esté una talla 40 que se quite la 38, porque yo era de las que salían de Zara enfundada en unos jeans de la 38 con el diafragma en la garganta y rogando a Dios que no hubiese que sentarse en ningún sitio, pero, eso sí, con una cara de satisfacción y autosuficiencia que no les quiero ni contar. Ahora salgo con la 40, la cara de satisfaccion y autosuficiencia se han ido, pero respiro y puedo agacharme para cosas bastante prácticas y necesarias como, por ejemplo, atarle los cordones al mapache. Moraleja: busquemos un equilibrio entre el cuerpo que tenemos (genéticamente) y el que nos gustaría tener. La segunda conclusión, es que la mayoría de cosas que están buenas engordan, además suele ser directamente proporcional, cuanto más buenas están, mas engordan, por ejemplo: ¿la lechuga está buena?; y no digan que sí sin pensarlo, imagínensela a "palo seco", sin aliño ni "ná"... ¿quién puede comerse eso?. Lógico, ¡no engorda!. Les garantizo que hay pocas verdades tan universales. Moraleja: no se puede vivir a base de lechuga si no queremos acabar con cara de lechuga, ¡a veces hay que disfrutar!. Y como tercera conclusión, decirles que lo que debemos esperar de una dieta es que nos enseñe a comer. Sí, lo que leen. Claro que cuando a una le sobran diez kilos tres narices le importa aprender a comer, lo que quiere es librarse de ellos aunque sea perdiéndose en un huerto de lechugas de las de antes, comiéndolas como si no hubiese un mañana. Esta última conclusión, es la más difícil, pero también la más importante. Moraleja: se puede mantener la línea comiendo de todo, pero ¡ojo!, no todo junto. A mí me lo enseñó la teniente O'Neill, que en el fondo es la caña y tiene su punto. Espero que algún consejo les sea útil o por lo menos que se hayan reído un rato, yo hoy necesitaba la terapia. 

¡Disfruten de lo que queda de semana!

10 comentarios:

  1. Como siempre genial!! La parte en la que subes las escaleras quitandote todo...me parto!!! Cómo me gusta como escribes!!! Leerte también es mi terapia!

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  2. Buenísimo, por favor no dejes de escribir... Me encanta.

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  3. Da gusto con vosotras, mis incondicionales! Gracias a las dos!

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  4. Ay mi pequeña, lo que daría el "elefantito" de la atracción de feria de aquel año en Cedeira, por que te tratara en aquel entonces la Teniente O Neill....., ja,ja,ja. Me has hecho reír un buen rato. Gracias. Un besiño.

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  5. Bravo Natalia !!!!! Me ha encantado el post!!!!! Jajajajaja todavía me estoy riendo!!!! Sigue así q lo haces genial. Un besito

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  6. Después de leerte, Natalia, yo tengo sudores fríos. Y es que conozco (y comparto en algunos momentos) a tu teniente O'Neill!!. Con esa descripción que das no puede ser otra, calle Betanzos,verdad?. Yo también subo corriendo esas escaleras hacia el abismo. Además de quitarte ropa y complementos, has probado a hacer pis justo antes de pesarte? Pueden ser unos 100 gramillos!!!
    Me encanta cómo escribes así que me calzo mis bailarinas y me quedo por aquí. Un beso!!

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  7. Muchas gracias Lorena, soy fiel seguidora de tu blog, me encanta, así que es fantástico tenerte por aquí! Por cierto, tendré en cuenta el consejo, cien gramos son bien gramos jejejeje... Un besiño!

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  8. Que bien escribes Nataliña, he pasado un rato fantastico leyendo tu blog. Un beso

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  9. Uy!! Ese Nataliña me suena jejeje Muuuuchas gracias!

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