miércoles, 2 de septiembre de 2015

Baby Blues

Como saben, hace casi dos meses que en casa somos uno más. Manolo llegó estrenando julio, por san Fermín, para más señas, y lo ha puesto todo patas arriba. A una le cuentan que los hijos son una bendición y que llenan la casa de alegría y es verdad, bueno, de alegría, biberones, pañales, chupetes,...

Pero lo cierto es que además de ser una bendición y una alegría, la llegada de un bebé es también cansancio, noches en vela, inseguridades,...Todo eso se cuenta, pero menos, de manera que nos encontramos los primeros días obligándonos a una felicidad placentera, que no llega, porque los puntos duelen, la lactancia es dura, el bebé llora y además, en algunos casos, hay un mapache mayor revoloteando por la casa enarbolando la bandera de la rebeldía  y el síndrome del príncipe destronado. 

En medio de este panorama una, que además se mira en el espejo y se pregunta si le han dejado a otro dentro, le entra un "baby blues" de tres pares de narices. La primera vez que oí este término, "baby blues", me sentí tan identificada que les tenía que hablar de ello en mi primer post tras el parto. Los expertos se refieren al baby blues para definir una sensación de tristeza, llanto, irritabilidad o ansiedad que se puede dar en los días o semanas inmediatamente posteriores al parto. Las causas pueden ser diversas: la falta de descanso, los cambios hormonales, el llanto del bebé cuya causa en ocasiones no sabemos interpretar,... En cualquier caso es una sensación más normal y frecuente de lo que nos podría parecer, lo que ocurre, es que muchas veces se trata de ocultar, por una especie de sentimiento de culpabilidad. Reconocer que estamos tristes en un momento en que se supone que todo debería ser felicidad y alegría nos cuesta, y además nos parece que se puede entender como un rechazo hacia nuestro bebé, cuando probablemente sea todo lo contrario. 

La responsabilidad y el amor hacia un hijo es tal, que lo más normal es que haya momentos en que nos desborde, en que nos ahogue un poco el hecho de querer hacerlo todo perfecto, de dar lo mejor de nosotros mismos, de preguntarnos si sin dormir podremos rendir y darles el 100% de nuestras atenciones, etc. En estas primeras semanas de vida de Manolo ha habido momentos así, momentos de tristeza  injustificada, de miedo, de inseguridad y de cansancio; es verdad que han sido los menos y que la experiencia es un grado, pero esos momentos me han servido para interesarme por el tema, leer sobre ello y acercarlo hasta el blog por si hay alguna reciente mamá que se haya calzado las bailarinas para leerme y se quede un poco aliviada pensando en que no es ningún bicho raro, que la capacidad de amar no está reñida con el miedo sino que es precisamente ese amor lo que muchas veces lo genera, y que después de un breve periodo de adaptación, los hijos nos llenan la vida de verbena de la buena. Nos traen felicidad, risas, ternura, y un millón de cosas que hacen que las cicatrices de las cesáreas parezcan algo bonito, que los kilos de más y las ojeras hasta favorezcan, o por lo menos no nos importen demasiado, y los "babys blueses" nos parezcan con el tiempo una verdadera chorrada. 

Mi Manolo ya está aquí, y además de algún momento de inseguridad, ha llegado con hambre, unos preciosos ojos azules y un amor tan inmenso que una se cree que no le queda más dentro. 

Gracias a tod@s las que me habéis echado de menos en este tiempo de parón del blog, gracias por leerme, por esperarme y por calzaros las bailarinas!









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